El Té es satisfacción… bebiendo Té puedo contemplar el antiguo secreto de la felicidad: desear lo que ya tengo, vivir una vida que ya es mía.» Anónimo
Algunas bebidas nos acompañan desde tiempos remotos. Se dice que el vino, tal como lo conocemos hoy, data de la edad del bronce. La fermentación del zumo de uva en vasijas de barro, gracias a la acción de las levaduras presentes en el hollejo de uvas aportó en la Región Mesopotámica una actividad laboral e industrial capaz de rivalizar con la cerveza, la cual se considera una de las bebidas con fermentación alcohólica más antiguas de la humanidad.
Desde tiempos remotos, también, la práctica de preparar bebidas con hierbas, mediante la acción del calor para extraerles sus principios activos, constituyó otra forma de producir bebidas.
Las infusiones más elegidas hoy son el té -a nivel mundial, la bebida más consumida después del agua-, el café y, en la región, el mate, pero son muchas las bebidas que se preparan echando agua caliente sobre las hojas, las flores, las raíces, las cortezas, los frutos o las semillas de alguna o algunas hierbas o plantas.
No todas las bebidas que se obtienen de hierbas o plantas son infusiones. Una tisana, por ejemplo, es la bebida, generalmente medicinal, que se consigue al hervir hierbas, especias o combinaciones de ellas.
Todas las variedades de té, por ejemplo, el té negro, el verde, el rojo, el azul y el blanco, provienen de la misma planta Camellia Sinensis pero se diferencian entre ellas porque tienen distintos tipos de procesamiento antes de ser comercializados.
Una infusión que esté realizada en base a otra planta, por ejemplo, manzanilla, menta, tilo o jengibre no es en realidad té, aunque se la mencione de manera genérica de esa forma. Sin embargo, para crear bebidas más saludables aún, más sabrosas o aromatizadas, el té, en cualquiera de sus variedades, se suele combinar con hierbas, frutas, flores, especias y hasta con chocolate para lograr los blends más exquisitos y para todos los gustos.
El Té negro es la variedad más característica por su gran sabor. Es el té más fermentado, lo que le da un dulzor que va disminuyendo cuanto menos oxidadas estén las hojas o hebras.
El té azul o semifermentado, tiene un procesamiento de suave oxidación que lo coloca entre el té negro y el verde, el cual es elegido ampliamente por quienes persiguen una alimentación saludable porque se considera antioxidante y depurativo, ya que está menos oxidado que los anteriores y tiene menos teteína, por lo que no dificulta la conciliación del sueño.
El té blanco, por su parte, es más caro y difícil de conseguir que el resto, es el más delicado y suave de todos pues se prepara con los brotes más tiernos de la planta y no se fermenta.
Por último, el té rojo, generalmente es más sabroso que todos los anteriores porque tiene un período mayor de guarda que le aporta un color rojizo y fuerte sabor.
Al té rojo no debe confundírselo con un sustituto del té, a veces llamada de esa forma por el color de sus hojas, el Rooibos, que proviene de la planta sudafricana Aspalathus Linearis. Las infusiones de Rooibos, además de ser consideradas muy saludables, no tienen nada de teteína, lo que la hace una infusión alternativa muy elegida.
El té es una bebida milenaria que se pueden tomar en cualquier época del año y en cualquier estado: caliente en época de frío o frío como refrescantes en verano. Cuando uno está solo o en compañía; como desayuno o merienda, entre comidas o después de comer, como aperitivo con o sin alcohol; como break en un evento. El té como hecho individual o social, puede formar parte de una alimentación saludable, de una alimentación consciente y sobre todo, puede formar parte de cualquier momento placentero.
Los senderos de la vida nos pueden conducir a cualquier lado… que nuestros senderos interiores nos acerquen a la fascinación de la degustación. Porque no hay vuelta atrás. Una vez que el paladar abandona la lógica de distinguir sabores por cuestiones fisiológicas, una vez que comienza a educarse, las experiencias sensoriales integrales nos llevan ineludiblemente al deseo del placer por el placer mismo. Sólo para complacer a la totalidad delos sentidos.
Y no hace falta ser un experto catador, ni haber aprendido a ejercitar explícitamente los sentidos para degustar; ni siquiera ser un conocedor del producto. Sólo hace falta el deseo inconducente. Avidez por disfrutar sin otro rédito que pasar un buen momento.
Y cuándo ese sendero elegimos seguir, estemos degustando comidas o bebidas… vinos, cervezas, cafés, tés… podremos tener una certeza: No habrá un ganador; no encontraremos al eternamente mejor, al único, al total. Porque siempre dependerá de la predisposición que tengamos en ese instante; y no será la misma hoy que la de la semana próxima; mañana, tarde y noche será distinta. Y no dará lo mismo estar de vacaciones que trabajando, estar relajado que inquieto, con luna llena o en cuarto menguante, sólo o acompañado.
Por eso, la degustación tiene mucho de magia, de misterio, de mitos y, si hablamos del té, hasta de cuentos de la abuela. Más aún si está inmersa en una ceremonia, un ritual; si se la pone en valor y se convierte en una experiencia sensorial capaz de orientarnos un poquito en el camino hacia la felicidad que siempre se superpone con el de la salud, el de la alta calidad de vida y el de la paz interior.
Pero para degustar una buena infusión y lograr el cometido, habrá que considerar algunas cuestiones intrínsecas, específica del té y otras, extrínsecas, circunstanciales, propias del contexto. Porque el gusto de lo que estemos probando estará dado no sólo por su sabor, temperatura, color, aroma y apariencia; también, por lo que genere en nuestra mente y espíritu.
Intrínsecas al té, por ejemplo, su calidad; características, tipo, el blend que lo acompaña. Tal como el vino, el té tiene cosechas anuales y estacionales que pueden impactar en su calidad. Por ejemplo, para el té blanco, elaborado a partir de hojas y brotes tiernos de la planta, que, a diferencia del té negro será preservado de la oxidación, la recolección temprana es fundamental mientras que en otros tipos, no siempre representa la mejor cosecha.
Algo similar ocurre con su terroir. La planta del té, la Camelia sinensis, tiene una gran adaptabilidad; la geografía y la ubicación de las plantaciones de té de todo el mundo, muestran marcadas diferencias en el terreno y el clima y es probable que no haya dos plantaciones de té con idéntica combinación de los factores que impacten en su sabor y den lugar a las diferentes cualidades que muestran las diversas variedades de té.
El método de recolección también va a modificar la calidad del té. Con una recolección fina, que toma la yema y sólo 2 hojas de cada rama, se obtendrán tés de muy alta calidad mientras que una recolección media aportará tés más económicos de menor calidad. Sin embargo, para algunos tipos, como los clásicos tés chinos ahumados Lapsang souchong, que tan bien maridan con quesos fuertes, las hojas maduras aportan un sabor contundente y con mucho cuerpo.
Lo mismo ocurre con el método de producción. Si el té está producido con el método ortodoxo que incluye 5 pasos: cosecha con máquinas procesadoras específicas para molienda que no rompen el brote sino que los enrolla en hebras tal como si se realizara la recolección a mano; estirado y marchitado de hojas para evitar que se rompan; enrollado, prensado o trenzado para preservar los aceites esenciales; oxidación y cocción según el tipo de té que se está produciendo, seguramente tendrá mayor calidad que el té denominado CTC (Cut, Tear, Curl), que se utiliza, por ejemplo, en los saquitos, cuyos pasos, triturado, desmenuzado y enrulado, no tienen en cuenta la calidad de las hojas, la cuales son convertidas en pequeñas partículas que permiten obtener grandes cantidades de té, de inferior calidad, en muy poco tiempo.
Los blends, por su parte, son mezclas de té con frutas, hierbas, especias, flores, chocolates y esencias diseñadas para generar sensaciones especiales. La elección del blend claramente depende del gusto individual de cada uno pero lo que aportan los agregados es mucho más que sabor, color y aroma. Pueden convertirse en una batería de recursos para el cuerpo, para mejorar la calidad de vida, mantener la salud y prevenir el envejecimiento prematuro.
Hay blends muy dulces con aromas y sabores que provienen del agregado de las más variadas frutas; están los blends golosos que pueden incluir chocolate, vainilla o miel, los cítricos, los florales y los especiados a partir del agregado de algún tipo de pimienta, jengibre, canela o cardamomo. Según la oportunidad, alguno de ellos nos inspirará más que otros.
Los aspectos extrínsecos que impactan en una degustación, por su parte, se vinculan con el ambiente: Influyen, entre otros, el momento del día, el motivo que convoca y el maridaje.
En cualquier momento y lugar; ya sea caliente para dominar bajas temperaturas, acompañar una charla o amenizar un encuentro, ya sea frío para refrescarse en verano, como sustituto del café, de las bebidas gaseosas o del alcohol, el té es una elección placentera que se ha convertido en muchos países en la segunda bebida más consumida, después del agua, por ser aliada no sólo de la salud sino también de la belleza.
El desayuno puede ser un ritual en sí mismo. Para algunos, es un momento de extensión de la cama mientras que, para otros, es el punto que define la energía con la que contarán todo el día. Un té negro puro con leche, es quizás, una de las figuras más tradicionales para ese momento. Acompañado de pan tostado, mermelada y queso crema, de medialunas, de tostados o de una combinación de ellos, siempre será una opción. Pero no tiene por qué ser la única.
Otra alternativa para la mañana es el tradicional Earl grey, también con base de té negro pero con aceite esencial de bergamota agregado que le aporta un fuerte sabor y aroma penetrante e inconfundible. Para quienes prefieren algo liviano, un té verde puede ser otra opción matinal, quizás, acompañado de un vaso de jugo de naranjas y, por qué no, de una medialuna con jamón y queso.
Y para niños o quienes no necesitan sumarse energías matinales, el Rooibos, planta sudafricana sustituta del té, puede ser una excelente elección porque no contiene cafeína ni teteína y puede ser tomada sin problema por pequeños o personas con hipertensión.
Este ritual puede repetirse con la ceremonia tradicional inglesa “Five o’ clock tea” pero también puede tener su versión rápida como “Tea break” en descansos de la jornada laboral o del trajín diario. En este caso, podríamos elegir un especiado té Chai, tradicional de la India, acompañado por algunas almendras.
Siguiendo las costumbres inglesas, se podría disfrutar un “Afternoon tea”, reunión social de media tarde en torno al té, con opcional leche o limón, y sándwiches, scones y tortas para acompañar. ¿Una opción más moderna? Se están poniendo de moda la familia de los tés helados Boba o Bubble Tea, o té de burbujas, que incluye, además del té propiamente dicho, diversos ingredientes, como leche, crema, helado, hielo, fruta fresca, jarabes y especias. Ideal para pasar la tarde con los chicos.
Pero el té no se limita a esos espacios. Se está incorporando a las comidas y aperitivos como bebida pero también pueden encontrarse alimentos preparados con tés y blends de condimentos gourmet que lo incluyen entre sus componentes. Incluso, una nueva generación de bartenders ha propuesto una diversidad de cocteles que incluye tés, frutas y especias.
Eso sí; si se desea degustar tés con alimentos salados generalmente elegiremos tés puros, especialmente, sin el agregado de flores o frutas, independientemente del método de procesado que lo habrá convertirá en un té blanco, verde, Oolong, negro, Pu-erh o en un menos habitual té amarillo. A lo sumo, experimentaremos con tés especiados o aromatizados con ingredientes afines o comunes a los alimentos con los que se marida.
El sushi, el tempura, el sashimi o el temakis, comidas japonesas tradicionales, pueden estar muy bien acompañadas, por ejemplo, con una taza de té verde Sencha.
Si, en cambio, el té se tomará después de una buena cena, se podría elegir un té verde de origen chino que es más suave que el japonés, con hierba limón y menta o cualquier versión cítrica aunque no estaría mal, un Pu-erh, el famoso té rojo de los emperadores, conocido como el “devorador de grasas”, el más añejado de todos los tés.
¿Aún más después? Si la cena incluyó mucho vino o finalizó con bebidas espirituosas, a la hora de la resaca, el té también puede ser un buen compinche. Té verde con menta, té blanco con manzanilla, té Oolong con tomillo, son sólo algunas opciones que pueden complementarse con miel y mucho limón.
A la hora del estudio, el trabajo nocturno o arduo y demandante de concentración, nada mejor que un té negro bien cargado, con algún blend que incluya chocolate para estimular la actividad física y mental, aumentar la concentración y desarrollar la agudeza mental.
Hablar de las propiedades del té para la salud, es un hecho bastante común pero poco se habla de los beneficios que puede proporcionarle al espíritu. Los monjes budistas lo han utilizado durante muchísimos años para relajar el cuerpo, ayudarse en la concentración y evitar entrar en estado de somnolencia al practicar oraciones y meditaciones.
Pero si lo que se desea es pasar un momento placentero, personal; distenderse y escuchar música, recostarse en un sofá a mirar una película o leer un libro, puede completarse el momento con un refuerzo sensorial. Para ello, qué mejor que un té floral, por ejemplo, con agregado de jazmín o pétalos de rosas. Para relajarse aún más, descansar tranquilo y dormir bien, puede ser oportuno, en su lugar, un té verde con tilo, melisa y cedrón.
Ahora bien, si lo que se busca, por el contrario, es un té para charlar con amigos, lo ideal es algo que, siendo delicioso, no distraiga de la conversación, algo que se pueda beber fácilmente y que acompañe; podría ser un té blanco, verde o algún delicado Oolong, también conocido como té azul, semi fermentado, intermedio entre el té verde y el negro, al que se le podría agregar miel o azúcar integral de caña.
Y para dar un paso más, a la hora de conquistar, el té también puede formar parte de un juego de seducción, con sus aromas, colores, sabores y rituales, prestos a estimular los sentidos. Puede ayudar en este caso, un blend frutal con maracuyá, durazno o frutos rojos, quizás con pétalos de jazmín o de la flor de azahar. Y se puede incorporar comida seductora para acompañar el momento: frutillas, cerezas, chocolate, nueces y todo tipo de finger food que resulte atractiva y sensual.
En fin… así como cada uno elige su senda en la vida… cada uno elige, y no debería perderse la oportunidad de hacerlo, su momento, espacio, compañía -y acompañamiento- para degustar un buen té en hebras utilizando todos los sentidos pues, ya lo dijo el poeta, al volver la vista atrás, sólo se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. ¡Brindo por eso!!
Algunas personas consideran que tomar té es un verdadero ritual; es el caso de las comunidades chinas o las japonesas; para otras, se trata de un hábito, tal como ocurre con los británicos. También hay personas que creen que tomar té puede ser algo aburrido y soso; pero, ¿qué pasaría si probaran tragos con té o algunos refrescos que, siendo saludables, sean ricos y divertidos?
Qué pasaría, si por casualidad, en un vaso con té azul, de tipo Oolong, ya frío, agregaran un fresco jugo de naranjas recién exprimido, hielo y, por qué no, una rodajita de jengibre. ¿Qué las casualidades no existen? Las brujas tampoco… pero que las hay, las hay…
Según una leyenda china, el té fue descubierto por casualidad por el emperador Shen-Nung unos 3.000 años a.C. Sucedió de la siguiente manera: el emperador y su cortejo descansaban a la sombra de un árbol. Habían encendido un fuego y, sobre él, una olla de agua caliente, hervía. El calor del fuego secó algunas hojas en las ramas más largas del árbol; las más nuevas y delicadas. De repente, un fuerte viento se levantó y llevó varias hojas al caldero con el agua, que se tiñó de un color ámbar, y un perfume delicioso emanó de él. El emperador probó la bebida y le encantaron tanto el perfume como el delicado sabor.
Entonces, me vuelvo a preguntar, qué pasaría si, por casualidad, unas gotitas de ron cayeran en un cuenco con un delicioso rooibos sudafricano, -ese sustituto del té que no tiene cafeína y es considerado antioxidante- en un blend dulce con coco y chocolate… Si al emperador de la leyenda china, cuando descubrió el efecto agradable y estimulante de la bebida que, por casualidad, había descubierto, se le escapó el grito de “T’sa”, (algo así como “lo divino”), que dio lugar, hasta el día de hoy, al nombre “cha” con el que en muchos lugares se identifica el té, ¿qué grito se le escaparía al dueño del cuenco? ¿”chévere”, quizás?
O si confundiera una jarra de té negro con limón, refrigerada por un familiar en la heladera, con una gaseosa cola y le agregara un chupito de vodka… bebida que, según muchos expertos y mixólogos es una base espirituosa sobre la cual pueden realizarse un sinfín de mezclas y cocteles, ¿diría ”вкус” (vkus, “un gusto” en ruso)? Puede ser… pero estoy segura que, si la jarra contuviera té verde Sencha, de origen japonés, con hielo triturado, jugo de lima o limón y unas cucharadas de azúcar… no diría nada…. Al menos no, hasta llegar al final de la jarra.
Pero, en fin… quizás, las casualidades, efectivamente, no existan. Entonces, deberíamos avenirnos a las causalidades. O sea… ¿Qué tal si preparamos un buen trago, saludable, rico y divertido?
¿La receta? La qué más le guste. No hay secretos.
Llegó la hora de jugar con los colores, los sabores, los aromas. En casa. A la hora que más le satisfaga. Porque, como dice el Libro del Té Okakura Kakuzo, el té no tiene la arrogancia del vino, el individualismo consciente del café ni la inocencia sonriente del cacao pero el sabor del té posee un encanto sutil que lo hace irresistible y, muy particularmente, susceptible a la idealización.
No por casualidad. Por causalidad. Porque tuvo la precaución de contar en su casa con los mejores blends de tés en hebras; los que más le gusten; listos para infusionar a la hora del desayuno, la merienda o la sobremesa y listos, también, a la hora de pensar un buen trago.
Al momento de preparar un licuado de frutillas, ya no con agua o con leche; ahora, con té rojo y ron, esto último, claro, si no se va a compartir con niños. Pero tiene que ser un buen té rojo, del tipo Pu-erh, conocido como ”el quemagrasa”; y que mejor para combinar con un licuado de frutillas que un Pu-erh en un blend que incluya cereza, grosella y piña, aromatizado con jazmín y rosella.
A la hora de preparar un refrescante, saludable y rico jugo de naranjas, porqué no combinarlo con té verde. Quizás con té verde Chai, tradicional en la India, con vainilla, cáscara de naranja amarga, pimienta negra, canela en rama y cardamomo.
De esta forma, quizás le ocurra lo que al príncipe Bodhi-Dharma, hijo del Rey de las Indias Kosjuwo, quién unos 500 años d. C. decidió abandonar su país para predicar los preceptos de Buda en el reino de los Wei, al norte de China y, según cuenta una leyenda hindú, fue quién descubrió los efectos del té. Seguramente, con su preparado experimentará un efecto refrescante, estimulante y tonificante que le permitirá recuperar las energías necesarias, ya no para cumplir con sus votos, como ocurrió con el monje hindú, sino para ser feliz un buen rato porque para degustar su trago, sólo le faltará elegir buena música y el sillón más cómodo…